La inflamación puede ser originada por factores internos (muerte de tejidos o rotura de hueso) o factores externos como lesiones por agentes mecánicos (corte, etc); físicos (quemaduras), químicos (ácidos), biológicos (bacterias) e inmunológicos (reacciones de hipersensibilidad). Aunque en algunos casos, como la hipersensibilidad, la inflamación puede tener consecuencias dañinas, por lo general es una respuesta protectora que trata de reparar los tejidos lesionados.
La inflamación puede producir: Dolor, Enrojecimiento, Rigidez o pérdida de la movilidad, Hinchazón 0 Calor.
La fiebre es un aumento de la temperatura corporal, medido en forma objetiva, que sobrepasa los 37.5ºC en la región oral o los 38.4ºC en la rectal, acompañado por un estado de quebrantamiento, intranquilidad o estupor. La temperatura corporal varía en el transcurso del día, siendo más baja en horas tempranas de la mañana y más elevada en las horas de la tarde.
El aumento de la temperatura corporal es un signo y síntoma de varios tipos de patologías infecciosas y no infecciosas. Generalmente se acompaña de un aumento de la frecuencia del pulso a razón de 15 pulsaciones por grado centígrado, pero en algunos casos se presenta bradicardia o no hay este aumento.
La fiebre puede ser aguda o crónica, continua, remitente, ondulante, periódica y bifásica y a cada uno de estos patrones se asocia generalmente un tipo de enfermedad que presenta cada persona, por esta razón es importante establecer en el análisis de la fiebre no solo sus valores, por ejemplo si fue matutino y repentino, influidos por el ejercicio (actividad muscular), el matabolismo (comidas, reposo), sino que es también importante definir su tendencia y patrón. Para esto es indispensable hacer mediciones seriadas y a intervalos regulares.
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